Para la mayoría de los filósofos, la «ilustración» incluía el rechazo del cristianismo tradicional. Las guerras religiosas y la intolerancia de los siglos XVI y XVII habian disgustado tanto a los intelectuales, que estaban abiertos, e incluso impacientes, de abrazar las nuevas ideas de la Revolución Científica. Mientras los grandes científicos del siglo XVII habían creído que su trabajo exaltaba a Dios, los intelectuales del siglo XVIIIinterpretaban sus conclusiones de manera diferente y le volvían la espalda cada vez más a la ortodoxia cristiana. En consecuencia, la vida intelectual europea del siglo XVIII se vio marcada por la aparición de la secularización, que ha caracterizado la mentalidad occidental moderna.
En 1784, el filósofo alemán Emmanuel Kant definió la Ilustración como el acto por el cual"el hombre se desprende de su inmadurez causada por él mismo’" Mientras periodos anteriores se habían visto impedidos por la incapacidad de “usar la inteligencia propia sin la guía de otra" Kant proclamaba como lema de la Ilustración: “Atrévete a conocer! ¡Ten el valor de usar tu propia inteligencia!”
La Ilustración del siglo XVIII fue un movimiento de intelectuales que se atrevieron a conocer. Estaban grandemente impresionados por los logros de la Revolución Científica y, cuando usaban la palabra razón —una de sus favoritas—, estaban abogando por la aplicación del método científico a la comprensión de la vida entera.
Las instituciones y los sistemas de pensamiento estaban sujetos a la forma racional y científica de pensamiento, tan sólo con que la gente se liberara de las cadenas del pasado y de las tradiciones sin valor, en especial, las religiosas.
El nuevo espíritu crítico de la Ilustración, que llegó a adoptar planteamientos científicos respecto de temas reservados hasta entonces a la exclusiva creencia de la fe religiosa o de la teología, estaba a su vez condicionado por la influencia decisiva de dos corrientes filosóficas ya delimitadas en el siglo XVII: el empirismo británico y la filosofía racionalista.